Se espera una recuperación del negocio porcino

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Son varios los factores que se conjugaron para que el año pasado se convirtiera en un trago muy amargo para los establecimientos porcinos.

El incremento en las cosechas de soja y maíz propiciaran una baja en los precios.

SAN LUIS (NAP) La producción porcina en Argentina todavía busca salir del pantano en el que quedó atrapada a lo largo de un 2018 muy complicado. Ahora, con algunos síntomas que muestran un futuro mejor, los criaderos depositaron sus esperanzas en que el cerdo se siga posicionando como una alternativa fuerte a la carne bovina, y en una leve pero esperada suba en los valores que reciben por sus animales.

El año pasado afloraron algunos datos que dibujan muy bien el pozo en el que cayó la porcicultura. Por ejemplo, se supo que en la provincia de Buenos Aires unos 4.000 pequeños productores dejaron la actividad, liquidaron sus stocks porque directamente ya no pudieron seguir adelante. Y si bien en cada región existen matices, la estadística da una idea de que quienes apuestan al cerdo como medio de vida, no la pasaron bien.

Sobre todo porque se trata de un sector vulnerable. El 80% de los establecimientos que existen en el país tienen explotaciones de baja escala, que no logran superar las 100 madres en sus planteles. Y en la mayoría de esos casos se trata de emprendimientos que sirven de sustento a grupos familiares completos. En definitiva, es un rubro con una importancia clave en la economía nacional y para el arraigo rural, indicó un trabajo publicado por el diario La República.

Son varios los factores que se conjugaron para que el año pasado se haya convertido en un trago muy amargo para los establecimientos porcinos. En especial, “tuvimos una situación muy baja de precios con una alza tremenda de los valores de la soja y el maíz, que son los principales insumos de la alimentación, a raíz de la seca”, explicó Julián Echazarreta, subgerente de la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA).

El hombre, entonces, puede dar testimonio por las diferentes granjas que están asociadas a la organización, entre ellas una instalada en la provincia como Yanquetruz, un establecimiento que cuenta con 2.900 madres en la zona rural de Juan Llerena, y de otras como Integración Porcina ACA que está repartida entre San Luis y Marcos Juárez, con 1.000 madres.

El valor de los cereales tiene una gran repercusión en los cálculos de rentabilidad de la actividad. “Representa entre el 70% y el 80% del costo de producir de un kilo de cerdo”, agregó y coincidió Elizabeth Estrada, una de las propietarias de la cabaña El Alpacal, uno de los pocos criaderos registrados en el suelo puntano para vender reproductores porcinos.

Tan fuerte fue el impacto de ese componente el año pasado, que las cuentas directamente dieron un saldo negativo para muchos. A eso hay que sumarle algunas decisiones polémicas que tomó el Gobierno nacional y que parecían más destinadas a golpear al sector que a fortalecerlo. Una de ellas fue la apertura de las importaciones a los cortes provenientes desde Estados Unidos, una medida que los productores repudiaron.
Por eso, todas las condiciones que rodean hoy al negocio se ven con muy buenos ojos si se las compara con las que se acaban de dejar atrás.

Alivio
Para Echazarreta, el primer gran signo de un futuro más promisorio es “una perspectiva ya confirmada de una gran cosecha de maíz, de más de 45 millones de toneladas, más una cosecha enorme de soja que está estimada en 55 millones y va en alza”, detalló. La gran disponibilidad de granos que habrá en el mercado seguramente mantendrá a los costos más atados y no permitirá que despeguen tanto.

Entonces, comprar maíz o expeller de soja parar armar las raciones, en principio, no sería un dolor de cabeza tan grande para los porcicultores como en 2018.
Al mismo tiempo hubo una pequeña pero alentadora reacción de los precios del cerdo, un mercado que tiene un funcionamiento muy similar a la de los bovinos.

“El precio del animal vivo se genera a través de la oferta y demanda, es un mercado que no está intervenido por el Estado. Se da entre los productores, los criaderos y la industria demandante. Pero está muy integrado”, contó un directivo de la firma que produce sus cerdos en San Luis y los faena en Córdoba para procesarlos bajo la marca Magret en forma de embutidos y fiambres.

Gustavo Degan, un pequeño productor que tiene su rodeo en Las Isletas, a veinte kilómetros de Villa Mercedes, consideró que “la carne porcina siempre fue más económica que la bovina, pero tuvo un alza en el precio y eso nos genera una esperanza a los pequeño productores. Estamos enfocados en eso, porque sabemos que es una opción para el cliente”.

Así, contó que en la actualidad logra vender, en el mejor de los casos, sus capones a $50 por kilo de animal vivo, mientras el año pasado la cotización estaba estancada entre los $43 y los $44. Entonces, si bien el precio actual es superior, Degan planteó que no llega a empatar el aumento que tuvo el cereal, que prácticamente se duplicó.

Por eso, él opina que debería existir algún tipo de regulación o legislación que proteja al pequeño productor porcino y que determina que “cuando haya un aumento grande del cereal, el cerdo también tenga un incremento acorde”.
Sin embargo, las reglas de juego parecen ya estar fijadas de esta manera, y la mayoría de los criadores buscan otras estrategias productivas para no depender únicamente de los factores externos.

“Uno ya tiene el plantel armado y no puede estar armando y desarmando porque los números no dan. Tenemos años buenos y malos, la remamos y apostamos a mejorar porque creemos que la actividad tiene futuro y potencial”, expresó el productor nacido en Las Acequias, provincia de Córdoba, pero radicado en Villa Mercedes hace más de veinte años.

Así, tratan de realizar avances en genética, en tecnología o en infraestructura para ser lo más eficientes posibles y reducir al máximo las pérdidas.
“Una forma es tratar de aumentar los nacimientos incorporando genética, para tener animales que sean más productivos y eso nos va hacer contar con más cantidad de cabezas. No es lo mismo tener una madre a la que le podés destetar seis lechones que una que tiene doce”, afirmó.

Del mismo modo, tener un plantel de mejor genética asegura una mayor eficiencia en la conversión del alimento en energía. “A un animal de mejor calidad le podés aumentar uno kilo de carne con tres kilos de comida, mientras que a uno inferior le tenés que duplicar la cantidad de alimento. La genética nos ayuda a llegar a mucho más rápido al kilaje ideal para llevar a la góndola, que por lo general es de 90 a 110 kilos”, detalló.
Otra búsqueda, contó, es tratar de tener una buena infraestructura, como mejores comederos que disminuyan los desperdicios de alimentos.

Estrada coincidió en que el manejo es indispensable, independientemente de la escala del establecimiento, para que los márgenes mejoren y no sean estrechos cuando los insumos incrementan su valor. “El campo es un negocio como lo es un kiosco, una zapatería o una industria. Hay que cuidar todos los recursos y hay que estar encima”, planteó.

La cabañera sostuvo entonces que en tiempos de crisis tienen que saber adaptarse al contexto y modificar sus ventas en base a las necesidades y posibilidades del mercado.

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