Crece el interés de los productores por la innovación a partir de la agricultura regenerativa
Los beneficios no se limitan a la salud del suelo, sino que incluyen aire y agua más limpios, una mayor biodiversidad en la zona circundante y una ventaja económica.
BUENOS AIRES (NAP) La agricultura regenerativa, el conjunto de prácticas que promueven un suelo más saludable y menos efectos negativos en el ecosistema gana cada vez más terreno como una forma de ayudar a los países a reducir las emisiones, disminuir la huella de carbono y mejorar la economía del sector.
A nivel mundial, la agricultura y los residuos representan alrededor del 15% de las emisiones de gases de efecto invernadero, por lo que reducir ese impacto será esencial para cumplir los objetivos de net zero en las próximas décadas.
En la actualidad, sólo un pequeño porcentaje de agricultores aplican algunos de los principales componentes de la agricultura regenerativa, consigna un informe publicado por Tour Innovación.
Uno de los factores que se opone a una adopción generalizada es la creencia que solo es aplicable a explotaciones de pequeña escala, orgánicas o heredadas.
Sin embargo, en un estudio de Bain & Company, mencionan que la agricultura regenerativa podría desplegarse en millones de hectáreas de tierras de cultivo con cultivos importantes como el maíz, el trigo y la soja.
Una vez implantada y funcionando a escala, produce efectos benéficos para el medio ambiente y permitirían mejorar los rendimientos y la economía de esas explotaciones.
Una de las prácticas más conocidas y aceptadas de la agricultura regenerativa es el cultivo de cobertura, es decir, la plantación en campos que de otro modo quedarían en barbecho entre las temporadas de cultivo o que pueden crecer simultáneamente con aquellos comerciales.
A lo largo de la historia, los agricultores de Europa y Norteamérica siguieron esta práctica, pero cayó en desuso durante el siglo XX, cuando la agricultura se industrializó y el cultivo de cobertura no se consideró económico.
Esta práctica anima a los agricultores a recuperarla, mediante la plantación de avena, mostaza, trigo sarraceno, alfalfa o trébol, por mencionar algunos cultivos que permitirán reducir las emisiones de gases de efecto invernadero entre 0,5 y 1 tonelada métrica por hectárea de tierra cada año.
Otro ámbito a considerar es la implementación de una gestión más precisa de los fertilizantes y el estiércol. Al igual que con el cultivo de cobertura, sólo un pequeño porcentaje de agricultores sigue estas prácticas en la actualidad, pero podrían ser más si reciben la formación y el apoyo adecuado.
Los beneficios no se limitan a la salud del suelo, sino que incluyen aire y agua más limpios, una mayor biodiversidad en la zona circundante y una ventaja económica.
Cuando se aplica correctamente, los agricultores pueden evitar la escorrentía o la volatilización de los fertilizantes, reduciendo así los residuos, los costos innecesarios y el impacto en el agua dulce.
Por lo que el almacenamiento y el uso sostenible del estiércol aplicado como fertilizante crea un sistema económico más circular, reduciendo la cantidad de metano liberado, recortando los costes de los fertilizantes comerciales y mejorando la calidad del suelo.
En tercer lugar, se debe reducir el laboreo tradicional, ya que esto rompe el suelo, lo que puede ayudar a mantener las malas hierbas, pero también deja el suelo seco y sujeto a la formación de costras en su superficie.
Este tipo de prácticas permite reducir entre 0.5 t 1,0 tonelada métrica las emisiones de GEI
Una serie de métodos de labranza reducida pretenden aprovechar mejor la capacidad natural del suelo para crear y retener materia orgánica, incluidos los hongos, que pueden ser benéficos para los cultivos y la biodiversidad.
La curva de aprendizaje puede ser pronunciada y los campos suelen tardar varios años en adaptarse. Pero el paisaje resultante puede retener la humedad y los nutrientes mejor que cuando se labran los campos.
Por último, la rotación de cultivos mejora la salud del suelo, reduce la erosión y permite a los agricultores utilizar menos fertilizantes.
Hace siglos, los agricultores rotaban los cultivos en ciclos de tres o cuatro años, mezclando años de pastoreo o de barbecho.
Las técnicas regenerativas actuales pueden ofrecer un mejor rendimiento alternando, por ejemplo, maíz o trigo (que extraen nitrógeno del suelo) y soja u otras legumbres (que devuelven el nitrógeno al suelo), complementados con cultivos de cobertura estacionales y fertilizantes naturales como el estiércol.
Las empresas agroalimentarias que mantienen grandes redes de proveedores pueden estar en una posición privilegiada para apoyar a los cultivadores en su transición a la agricultura regenerativa.
Ayudar a los agricultores a que suministren materias primas a estas grandes compañías puede ser una forma de que éstas avancen hacia la reducción de estas emisiones de alcance 3 y alcancen sus objetivos de net zero.
Además, a diferencia de otros esfuerzos de sostenibilidad que representan un coste continuo, es una inversión de duración limitada que se autofinancia al cabo de unos años(Noticias AgroPecaurias).