La producción en un contexto de mayores exigencias de trazabilidad

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Cada vez se imponen más reglas de protección ambiental ¿Cuáles son las oportunidades y los riesgos de ser sustentables?

(NAP, por Diego Hoter*) En los últimos 15 meses, surgieron leyes de enorme relevancia agrícola y ambiental como son, en Estados Unidos, el Inflation Reduction Act (IRA) y, en la Unión Europea, la European Union Deforestation Resolution (EUDR).

Ambos ejemplos exigen trazabilidad de los cultivos agrícolas a gran escala, tanto en el uso de suelos, como en el impacto ambiental del manejo de los cultivos durante su producción.

Asimismo, promueven incentivos para quienes cumplan y penas para quienes no lo hagan.

La lógica es simple: no tiene sentido cuidar un cultivo para reducir las emisiones de carbono mediante la siembra directa, la adopción de cultivos intermedios y mayor biomasa en el suelo, el uso responsable de fertilizantes (entre otras prácticas) si en el lote de al lado se deforesta para ganadería emitiendo más carbono que todo lo potencialmente reducido por el manejo sustentable del cultivo sobre esas tierras.

No hay forma, ambas cuestiones son necesarias para que la cuenta ambiental sea positiva campaña tras campaña y requiere que sea verificado. No modelado.

Para septiembre de 2023, solo el 11 % de las empresas alimenticias que elaboran productos a partir de la soja, un cultivo clave en numerosas industrias y de alta incidencia en la deforestación global, contaban con programas de trazabilidad, según datos del último estudio de Sustentabilidad y Clima de MSCI.

Sin embargo, esto está cambiando rápidamente en sustancia y forma, fruto de una revolución ambiental legislativa que afecta al sector agrícola, forestal y de uso de suelos (AFOLU por sus siglas en inglés) en forma global.

Ya se han sumado decenas de estándares, regulaciones y demás leyes para elevar el nivel de escrutinio desde América del Norte a Europa, y hasta Australia en la producción de determinados cultivos extensivos e intensivos (soja, palma, madera, caucho, café y cacao, entre otros) para regular cómo se producen y dónde se producen, asegurando parámetros de sustentabilidad en el origen y las prácticas de manejo.

A finales de este año entrará en vigor la nueva Resolución de Deforestación de la Unión Europea (EUDR por sus siglas en inglés) centrada en la preservación del paisaje de producción agrícola, su naturaleza y biodiversidad. Entre otras políticas, penaliza el ingreso al bloque de materias primas producidas en tierras recientemente deforestadas o productos elaborados con ellas.

El mercado agrícola global está transicionando rápidamente a “regulado” en su impacto ambiental, y las herramientas de alta tecnología para demostrar la evidencia en el cumplimiento de leyes en la producción sustentable son indispensables. Muchas soluciones dirán que lo hacen, la verdad es que muy pocas cuentan con avales internacionales de mercado que verifican dichos criterios a escala con la rapidez, precisión y formas requeridas.

Por eso, la trazabilidad a campo abierto es crucial para compartir los fundamentos verificados anualmente, tanto en el uso o cambio de uso de suelos, como en el manejo de cultivos en forma sustentable para métricas de emisiones de carbono, uso de agua, preservación de la biodiversidad, entre otras.

De esta manera, se da lugar al cumplimiento, por parte de todos los actores de la cadena, de una efectiva transición hacia la agricultura naturalmente positiva. Evitando así, no solo la fricción regulatoria de la comercialización de commodities agrícolas, sino también los riesgos de no poder cumplir sus requisitos y caer en el greenwashing involuntario.

La posibilidad de vincular cada lote con un espacio geográfico identificable, su cumplimiento a las normas de uso y cambio de suelos, y su productor es el punto de partida para generar una cadena consciente. Y no culmina con las métricas de sustentabilidad ambiental, hay una mirada especialmente importante del rol de la actividad agrícola inserta en la comunidad que la contiene en el nuevo paradigma de impacto agrícola naturalmente positivo.

La dimensión social cobra cada vez mayor significancia. Los productores pueden demostrar y visibilizar sus políticas de trabajo justo, libres de trabajo infantil, relevar prácticas que aseguren la salubridad en el trabajo a campo, la seguridad del impacto agrícola en la vecindad, la proximidad con pueblos nativos (como en el caso del Norte del pais), entre otros aspectos, y vincularlo a cada lote/campo a cambio de beneficios.

Considerando que el 71% de los consumidores con conciencia ambiental están dispuestos a pagar más por productos que ofrezcan trazabilidad, según datos del IBM, para las compañías que elaboran productos a partir de estos cultivos, demostrar a sus consumidores los orígenes sustentables y el impacto naturalmente positivo de los mismos es un nuevo y creciente valor agregado.

Un producto, una marca en la mano de un consumidor o en un proceso de una compañía en la cadena de abastecimiento es la historia de un cultivo que merece y puede ser contada, a través de la trazabilidad verificada. Las empresas quieren ayudar a los productores a contar la historia sustentable de los cultivos y también co-protagonizarla junto a ellos.

La trazabilidad verificada es un proceso en el que todos los actores de la cadena agroalimentaria ganan en pos de un planeta y personas más saludables. Brinda integridad desde cada lote y a escala, sobre el cuidado del planeta, las personas y del medio ambiente, y potencia al productor agrícola como el agente de cambio en la salud de los suelos, los biomas y las personas desde el campo al mercado.

*CEO y Co-Founder de ucrop.it.

 

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