Tarragó Ros: excelencia chamamecera y ganadera
El músico sorprendió con su pasión por los Limousin y los caballos. En una nota cuenta su más intima relación con la música y el campo correntino.
BUENOS AIRES (NAP). Como continuador y renovador del chamamé, Antonio Tarragó Ros se convirtió en uno de los músicos argentinos más respetados gracias a una obra que se baila en las peñas y que se estudia en las academias internacionales. Lo que pocos saben es que es productor ganadero, de la raza Limousin que cría en Capilla del Señor (Buenos Aires) en la cabaña La Cotidiana de la familia Lattanti.
El músico dio a conocer su afición por la cría de vacunos de pedigrí en una entrevista publicada en la última edición de la revista SuperCampo, aunque ya muchos lo conocían como ganadero por haberlo visto durante los días de jura de los Limousin en la Exposición Rural de Palermo, donde sus ejemplares compiten, incluso, dándole alguna cucarda de campeón.
“Me crié en Curuzú Cuatiá, Corrientes, donde todo era campo y gente de a caballo. Mis abuelos, con quienes yo vivía, tenían campo y barraca de cuero. Allí mi padre veía a la gente que traía los cueros, los peones que se quedaban a dormir y que a la noche tocaban el acordeón y cantaban. Hijo y nieto de catalanes, mi padre viendo todo eso se alucinó. Eran socialistas y miraban a los pobres con amor. La primera biblioteca socialista de la provincia de Corrientes la fundó mi abuelo”, arrancó Antonio cuando la periodista Lorena López le pidió que cuente cuál era su relación con el campo.
Tarragó Ros explicó que su elección por la raza de origen francés fue a partir de su amistad con los Lattanti. “Me sugirieron empezar con la cría de Limousin por todas sus virtudes, sus reconocidos rendimientos carniceros y porque son unos de los más lindos”.
“En cuanto a lo productivo, esta raza que es Continental y de contextura grande se ha ido modificando en la Argentina a través de los años mediante selección genética hasta llegar a un biotipo moderno de frame moderado y adaptable a nuestros campos. Son animales con un vigor híbrido alto, es decir que se adaptan a cualquier medio, ya que esta raza se cría en todas partes del mundo, desde Canadá con bajas temperaturas hasta en Sudáfrica con temperaturas altas. Así que cuando me quise dar cuenta ya tenía animales y encima premiados en La Rural”, ilustró Antonio.
LL: ¿Podríamos decir que usted es un chamamecero que produce vacas?
ATR: Por sobre todas las cosas me siento un chamamecero. Y sí, puedo decir que soy un chamamecero que tiene algunas vacas. Nunca renegué de esa palabra, a pesar de que el chamamé siempre fue tomado como un ritmo marginal, de la gente pobre o inculta, a tal punto de que en algunos manuales de folclore casi no tiene presencia.
Caballos también
Tarragó Ros confesó además como nació su gran amor por los caballos criollos, que cría a su vez en un campo de Mercedes (Buenos Aires). “Cuando mueren mis abuelos comienza para mí una etapa muy dura porque empiezo a rodar por las casas de distintos familiares. Hasta que quedé en lo de un tío, donde vareaba una yegua de carrera, lo cual era muy peligroso para un chico, pero así eran las cosas. Fui un chico bastante maltratado y los caballos eran los únicos que me hacían un gesto de amor. Les daba de comer y ellos me miraban, me olían y me relinchaban bajito. Siempre tuve una relación afectiva con los caballos, con ningún bicho me relaciono tan bien como con ellos”.
Antonio Tarragó Ros es hijo de El Rey del Chamamé -del mismo nombre- pero ha creado un camino propio, extendiendo a todo el país y más allá la fama que su padre logró solo regionalmente. Tarragocito -sobrenombre que aún porta por aquella influencia- es autor de más 400 canciones, editó cerca de 40 discos, creó música para programas de televisión y películas y se dio el lujo de llevar el chamamé al ambiente ‘culto’ con su obra Suite Chamacera. “Como artista puedo conectarme con un peón de campo, que es un sabio en el manejo de las vacas, al igual que con un músico de la Camerata Bariloche”. (Noticias AgroPecuarias)